El reloj de la torre (3.ª parte)

Graciano Jiménez Moreno

(Publicado en ECOS, número 140, octubre-diciembre de 2022)


           El trepidante ritmo de los avances tecnológicos en las últimas décadas, particularmente en los campos de la electrónica y la relojería, propició que el reloj colocado en la torre en 1941 fuera quedando obsoleto. Su corazón mecánico necesitaba para su funcionamiento un aporte diario de energía puesto que la cuerda tan solo alcanzaba a mantenerlo en marcha algo más de un día; además, sus limitadas prestaciones quedaban muy lejos de lo que exigían los nuevos tiempos. En consecuencia, el Ayuntamiento decidió sustituir el reloj de la torre por uno nuevo, electrónico, alimentado con energía eléctrica.

   Sesenta años llevaba en la torre el reloj entonces existente [1] cuando en el año 2001 fue desplazado por el que instaló la relojería Valverde [2]. El importe de la factura ascendió a 1 088 080 pesetas (incluida la mano de obra de la instalación, la puesta en marcha y el desplazamiento) y fue abonado por el Ayuntamiento en tres plazos.

             El reloj actual nada tiene que ver con sus predecesores. Su «maquinaria» es electrónica (ocupa el espacio de una caja de zapatos) y dispone de una antena que le permite recibir regularmente una señal enviada desde una torre de radio próxima a Fráncfort (Alemania). Esta señal procede de un reloj atómico [3] y proporciona la hora unificada europea de manera exacta. Otra característica del reloj es que realiza automáticamente los cambios de hora en verano e invierno. También dispone de una reserva de marcha para siete días en caso de producirse un corte en el suministro de energía eléctrica.

         Las características del control digital permiten, adicionalmente, programar el reloj para realizar multitud de funciones. Además de dar las horas, con la posibilidad de tocar  las medias y los cuartos y con corte nocturno programable, dispone de salidas de señal que permiten reproducir los toques de hasta cuatro campanas (actualmente dispone del sonido digitalizado de tres), y por lo tanto realizar de manera automática los toques habituales en nuestro pueblo. Asimismo se pueden reproducir obras musicales como el Ángelus, la marcha nupcial y otras composiciones o melodías.

Detalle de la esfera o muestra del reloj actual

            La esfera del reloj tiene un diámetro de 1.25 metros, igual que el del reloj sustituido. La numeración de las horas cambia, sin embargo, del sistema arábigo al romano; es decir, para indicar la hora a los munereños vuelven a utilizarse los números romanos en la esfera, como ya ocurría en el viejo reloj que se desmontó en el año 1941.


            Las ventajas que ofrece el actual reloj son innegables en cuanto a precisión, prestaciones y mantenimiento, pero la maquinaria del reloj sustituido no podía quedar olvidada en la torre esperando su progresivo deterioro. Manuel López Alcolea, gran aficionado a la relojería, logró bajarla recientemente de su viejo emplazamiento y llevar a cabo una excelente labor de limpieza y restauración. El conjunto, incluido el péndulo, ha sido montado sobre un bastidor que permite su funcionamiento accionado por las correspondientes pesas. El empeño de Manolo y la disposición y apoyo del cura párroco han permitido que la maquinaria del último reloj de cuerda de la torre, es decir, el que informó de la hora a los vecinos de Munera durante sesenta años (desde 1941 hasta 2001), pueda contemplarse actualmente en el interior del templo parroquial, junto a la puerta de la sacristía.

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[1] En el número 1, IV época (marzo/abril de 2001), del boletín informativo Ecos figura erróneamente que ese reloj llevaba colocado en la torre más de ciento cincuenta años.

[2] Este grupo empresarial cesó su actividad diez años después.

[3] Los relojes atómicos están considerados como los más precisos del mundo. Teóricamente podrían desviarse un segundo en un millón de años. Por el contrario, un reloj de pulsera de cuarzo se desvía algunos segundos al mes y aún más los mecánicos.

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Nota complementaria sobre el primer reloj de la torre de Munera, colocado en el siglo XVII

        Ha pasado ya un año desde la publicación en este blog de las dos primeras partes dedicadas a la historia del reloj (en realidad, relojes) de la torre de Munera. Las investigaciones realizadas en este tiempo me han permitido encontrar nuevos datos sobre el primer reloj y confirmar que su colocación en la torre tuvo lugar en el siglo XVII.
       Ahora podemos precisar con toda seguridad que ese reloj, propiedad de la villa, ya llevaba bastante tiempo colocado a finales del año 1678. Así se deduce del auto de buen gobierno de la villa fechado el 11 de diciembre de 1678 y firmado por el licenciado don Juan Francisco de Lezaun y Ollo, corregidor y justicia mayor de la ciudad de Alcaraz y su jurisdicción. En dicho auto, el corregidor mandaba, entre otras cosas, que se pagaran a Cristóbal Rodríguez doscientos reales para que en el plazo de quince días «aderezase» y pusiese en marcha el reloj existente y que se le pagara un salario anual de doce ducados durante diez años por encargarse de su mantenimiento. La transcripción del mandato del corregidor sobre el reloj es la siguiente:

Que respecto de que en esta villa ay un relox propio suyo que es muy bueno y por no aderezarlo se va perdiendo y se puede poner corriente con ducientos reales en que su merced tiene ajustado el su aderezo con Xptoval Rodriguez vecino de esta villa y que en adelante se le de cada año por el gobierno de el doze ducados con obligacion que a echo de darlo corriente dentro de quinze dias y de conservar los aderezos que hiciere por diez años se aga luego lo susodicho se le vayan dando los dichos ducientos reales y en adelante los doze ducados por el salario de cada año.

Fragmentos del auto de buen gobierno fechado en Munera el 11 de diciembre de 1678 en el que, entre otras cosas, se dan instrucciones acerca del mantenimiento del reloj de la villa./ Fuente: Protocolos notariales del A. H. P. de Albacete

        El reloj siguió funcionando mucho tiempo, como ya se indicó en la primera parte de esta historia dedicada a los relojes de la torre, aunque con los necesarios arreglos para mitigar los problemas que el paso del tiempo provocaban en su maquinaria. En 1771 las autoridades locales encargaron la construcción de un reloj nuevo que sería colocado el año siguiente en sustitución del anterior.



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