Munera, tierra de molinos
Graciano Jiménez Moreno
(Publicado en ECOS, número extra, feria de 2018)
Los
molinos de viento son un símbolo de
En
Munera hubo dos molinos de viento, aquí conocidos como molinetas, situados en
la parte norte del actual casco urbano, que dieron nombre al barrio que fue formándose
en esa parte del pueblo hacia la mitad del siglo pasado. En un ejemplar de Ecos del año 1945 ya se hablaba del
«incipiente barrio de las Molinetas». Estos dos molinos han tenido destinos
finales bien dispares. Uno de ellos, conocido como molineta de Picolo, quedó
integrado en las viviendas en el lado de
los números impares de la actual calle Rosario, lo que puede apreciarse
fácilmente desde la propia calle y en la vista aérea de la zona. El otro
molino, del que solo quedaban sus paredes en la segunda mitad del siglo pasado,
está ubicado en la plaza de Emilio Solana Morcillo; fue restaurado y aloja en
la actualidad el museo foto-etnológico
Estado de la molineta situada en la plaza de Emilio Solana Morcillo antes de su restauración. |
Pero la tradición molinera de Munera se remonta a tiempos anteriores a la existencia de estos molinos de viento. En los documentos elaborados en el año 1752 para el Catastro de Ensenada, se indicaba la existencia de siete molinos de agua harineros en el término municipal de Munera, próximos al casco urbano, en su parte occidental y meridional, los cuales molían la mayor parte del año. Estaban situados en el cauce del río llamado entonces de San Bartolomé «que nace en el Ojuelo Jurisdizion de esta dicha villa»; cuatro de ellos en el actualmente denominado río Ojuelo, es decir, aguas arriba del vado próximo al puente (lugar donde se le une el río Quintanar), y los otros tres en el río Córcoles, aguas abajo de dicha confluencia.
En las diligencias practicas en 1761 como comprobación de los fondos reflejados en los trabajos de 1752, se especifica que «muelen con una piedra dos veces al dia en Imbierno, y en el verano solo cinco días en cada semana».
Siguiendo
el curso de las aguas, los dos primeros molinos se encuentran en el paraje
denominado del Santo (San Bartolomé), en la margen derecha del río. De uno de
ellos, el más lejano de la villa y «distante de ella media legua», solo se
conserva su gran cubo, con forma de torreón piramidal de gruesos muros. En la
mitad del siglo XVIII constaba, además, de un cuarto-cocina y una caballeriza a
solo teja. Entonces era propiedad de don Pedro González Monteagudo (dos
terceras partes) y de don Luis de Nova, presbítero de Socuéllamos. Un poco más
abajo del anterior está el otro molino del Santo, que hacia 1752 pertenecía a
Pedro de Losa Ortiz y fue conocido antiguamente, también, como molino de
Cubo del molino del Santo (el de arriba). / Foto: Graciano |
Molino del Concejo./ Foto: Graciano
Todavía
en el río Ojuelo, en la margen derecha, y distante de la villa «medio quarto de legua», se encuentra el molino
que se denominó del Cojo y, más tarde, de los Atienzas y de los Casares. En
1752 disponía también de cocina y caballeriza a
solo teja, y tenía treinta y ocho olmos en las márgenes de la balsa y caz.
Actualmente constituye un chalet de propiedad privada.Cubo del molino del Concejo. / Foto: Graciano
Al otro lado del puente, a «medio quarto de legua», se encuentra, en su margen izquierda, uno de los molinos más antiguos
de todo el río Córcoles. En el Catastro de Ensenada lo llaman del cura Aguado,
y pertenecía entonces al convento de religiosas carmelitas descalzas de Villarrobledo,
que lo tenía arrendado a Antonio Escudero. Este molino disponía de una gran
rueda hidráulica, de doce radios y doce tensores, que movía el engranaje de un
árbol vertical. Constaba de diversas dependencias, como cocina y una caballeriza,
y estaba circundado por tierra perteneciente al mencionado convento. En los
mapas realizados a partir del último cuarto del siglo XIX figura como molino
del Fraile; más recientemente se le conoce como molino de Hipólito.
Más abajo, en la margen derecha, se
encuentra el molino que llamaban de
El último molino del río Córcoles en
el municipio de Munera, «distante de esta Villa media legua» y situado en la
margen izquierda, es el llamado en 1752 de don Alonso, del que eran propietarios
dos vecinos de Munera, disponía de cocina y caballeriza a solo teja y contaba
con diez álamos blancos en las márgenes del caz. Desde el último cuarto del
siglo XIX viene reflejado en los mapas como molino de
Estos siete molinos de agua, que dejaron de cumplir su función, desbancados por los avances de la industria y la tecnología, suponen una de las más altas concentraciones de este tipo de ingenios de España y un importante patrimonio histórico-hidráulico.
Además
de los siete molinos harineros, hubo otro ingenio o artefacto movido por el
agua del río Córcoles: un batán construido en 1797 por don Juan Aguado en las
proximidades de la aldea
Hay que recordar también, por su relación con la existencia de molinos en esta villa, que, según algunos historiadores y especialistas en toponimia, el nombre de Munera podría provenir del adjetivo latino Molinaria, que significa «del molino» o «de los molinos», probablemente para referirse a una «villa de molinos». La evolución fonética durante la etapa árabe pasaría por Molnáira y Mu(l)nayra hasta transformarse en Munera. La aceptación de esta hipótesis llevaría a considerar los orígenes de la historia molinera de Munera varios siglos antes.
Desde
el año 1975, un singular molino va unido a la actividad cultural de Munera. El
molino de
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