La calle de la Bella Quiteria
Graciano Jiménez Moreno
(Publicado en ECOS, número 121, mayo-junio de 2018)
Entre
las calles de Munera que tienen nombre cervantino se encuentra la denominada calle
de
Numerosos estudios sitúan la celebración de estas bodas en Munera. Entre ellos cabe mencionar el Mapa de una porción del Reyno de España que comprehende los parages por donde anduvo Don Quijote, y los sitios de sus aventuras. El mapa fue delineado en el siglo XVIII por Tomás López, geógrafo del rey Carlos III, según las observaciones realizadas sobre el terreno por el capitán de ingenieros José de Hermosilla y Sandoval. También es obligado recordar la labor llevada a cabo por el que fuera cronista oficial de la villa, Enrique García Solana, defendiendo la localización de las bodas en esta localidad.
Después
de la aventura en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, don Quijote
y su escudero Sancho Panza se encuentran con «dos como clérigos o como
estudiantes y con dos labradores que sobre cuatro bestias asnales venían
caballeros». Uno de los estudiantes informa a Don Quijote de unas extraordinarias
bodas que «se han de celebrar en un prado que está junto al pueblo de la novia,
a quien por excelencia llaman Quiteria
Una descripción más amplia de las Bodas de Camacho podrá incluirse en un capítulo dedicado a la calle que lleva el nombre de este episodio. Bastará ahora indicar que Camacho el Rico era el desposado previsto en tales bodas, pero que Quiteria terminó casándose felizmente con su amado Basilio, «un zagal vecino del mesmo lugar de Quiteria» –de Munera, por consiguiente– que se enamoró de ella «desde sus tiernos y primeros años, y ella fue correspondiendo a su deseo con mil honestos favores; tanto, que se contaban por entretenimiento en el pueblo los amores de los dos niños».
Es preciso recordar que el nombre de Quiteria ha sido frecuente en otros tiempos entre las mujeres de Munera. El motivo es que la primitiva iglesia del pueblo –emplazado originalmente junto al castillo– fue dedicada a Santa Quiteria, por lo que, siguiendo las costumbres, muchas recién nacidas eran bautizadas con el nombre de la patrona. Puede comprobarse que tal circunstancia también era habitual en la época de Cervantes consultando los libros parroquiales de Munera de los siglos XVI y XVII.
La
calle de
Las
referencias documentales más antiguas que he podido encontrar hasta ahora sobre
esta vía datan de los años cincuenta del siglo XIX. En aquella época, lo que
hoy es el principio de la calle de
Llega el momento de recorrer la calle, pero en esta ocasión prefiero dar un primer paseo en solitario para revivir una parte de mi infancia. En esta calle, en la casa de mis padres, señalada entonces con el número 18 –actualmente es el 16–, nací en el año 1952. En esta casa, construida con gran esfuerzo por mis abuelos Graciano y Rosa allá por los años veinte, nació también y dio sus primeros pasos mi hermana Rosa Nieves. Y en esta calle de nombre cervantino transcurrieron algunos años de mi niñez, de los que guardo tantos recuerdos. Me vienen a la memoria el pequeño corral de la casa –hoy ya edificado–, con su puerta de entrada por el chaflán con la calle de las Eras; el paso del carro con la cuba del aguador vendiendo agua de la fuente para llenar cántaros, cantarillas o botijos por algunos reales o céntimos; el camino que yo mismo realizaba en ocasiones hasta el calzadizo o «cazaizo» para traer un botijo de agua; el estruendo de los barrenos durante la construcción del cercano depósito para el abastecimiento de agua potable a la población...
En
el número 3 de la calle de
Isidro
nos recibe amablemente en su casa y nos invita a sentamos en la tarima, junto a
la mesa camilla. Empieza hablándome de los tiempos de vecindad de nuestras
familias –entre otras cosas me dice que fue mi padre quien le enseñó a cazar
cuando se compró una escopeta de un solo disparo–. También nos recuerda que en
la casa de la calle Tolón que hace esquina con de la calle de
Cuando menciono que el lugar donde nos encontramos era conocido antiguamente como el callejón de Sabanilla, Isidro y Felipe me señalan, casi enfrente, dónde estuvo la casa de un vecino que conocieron con ese apelativo. Isidro me indica también que, antes de formarse la calle, por ese lugar pasaba una estrecha senda, conocida como paso de Santa Quiteria, que a través de los llamados «riscos», o más concretamente de la «raja» o «resquicio» de los riscos, comunicaba el casco urbano con la vega del río Quintanar. Tal afirmación concuerda con el hecho de que en algunos documentos de la mitad del siglo XIX se menciona un camino, por la vega del Quintanar, nominado paso de Santa Quiteria.
Haciendo
gala de una magnífica memoria, Isidro sigue hablándonos de la calle y de sus
vecinos. Al lado de su casa vivió Pedro Ruiz, conocido como Perico Fraguas, quien
con un pequeño manojo de sarmientos colgado en la fachada indicaba, como
entonces era costumbre para tal fin, la venta a granel de los vinos que él elaboraba
y que resultaban muy del agrado de sus parroquianos. Aunque la ubicación y las
características de la calle no fueran muy propicias para albergar una actividad
comercial de mayor envergadura, cabe indicar que por el año 1950, poco más o
menos, hubo un pequeño y modesto bar conocido como
Sin
dejar la conversación nos levantamos para ir a la calle. Pero antes de salir, a
la vista de las fotografías de las paredes del salón, es inevitable el recuerdo
de Isidro para sus familiares más cercanos fallecidos. Precisamente, su hija María
Luisa era una de las encargadas, como miembro de la asociación Turiman, de guiar
a los visitantes de Munera por las calles, la historia y la cultura de nuestro
pueblo. Cuando salimos a la calle, Isidro nos indica donde vivió Saturno, el
popular pregonero que con su gorra de plato, su trompeta y su peculiar dicción
–consecuencia, dice Isidro, de una lesión que se produjo en su niñez con un
palote en la boca–, anunciaba por las calles los géneros de los comerciantes
locales y de los foráneos que llegaban los días de mercado. Me viene entonces a
la memoria uno de sus pregones más habituales: «Quien quiera comprar sardinas
frescas que acuda a la plaza». Aunque Saturno había vivido en la contigua calle
Tolón con su familia, al final de su existencia lo hizo en una pequeña morada
de la calle de
No tenemos prisa para despedirnos, pero ya va siendo hora de terminar nuestra visita. Cuando dejamos a Isidro en la puerta de su casa, Felipe y yo decidimos rematar tan grata mañana con un buen aperitivo mientras seguimos hablando de Munera... y de toros.
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