La calle del Pozo
Graciano Jiménez Moreno
(Publicado en ECOS, número 125, abril-mayo de 2019)
La
calle del Pozo se ha caracterizado a lo largo de su historia por presentar una
importante actividad comercial, artesanal e industrial. Es una vía de unos
Esta
calle era conocida desde siglos atrás como calle del Pozo de
Es
preciso indicar que, un poco más al norte de su intersección con la calle de
Santa Ana, existen a ambos lados de la calle del Pozo sendos patios casi
enfrentados. En otros tiempos estos patios estuvieron comunicados con sendas
calles que discurren paralelas a uno y otro lado de la del Pozo, es decir, la
calle del Calvario por poniente y la de Cadenas por levante. Varias escrituras
consultadas, correspondientes a ventas de casas efectuadas hace más de
doscientos cincuenta años, hacen referencia a una calle que bajaba desde la del
Pozo de
En
la calle del Pozo de
En
el año 1885 la longitud de la calle del Pozo era aproximadamente unos
Ha
llegado el momento de rememorar la historia de la calle en las últimas décadas.
El dinamismo en los ámbitos comercial e industrial de la extensa calle del Pozo
en el último siglo nos ha llevado, de manera especial en esta ocasión, a rebuscar
datos entre los recuerdos de varias personas. En esta ocasión mi acompañante en
el paseo es mi tía Graciana, que desde hace casi sesenta años tiene su casa en
el actual número 23 (antes fue el 19) de esta calle, en el edificio que hace
esquina con la calle de
Cuando Graciana me recibe en su casa y nos sentamos junto a la imprescindible mesa camilla, sus recuerdos brotan de manera ininterrumpida. Comienza hablándome del comercio que el matrimonio fundó en ese mismo edificio hace casi seis décadas. Este establecimiento denominado “Los Ángeles” (nombre de la hija mayor del matrimonio), pero más conocido en el pueblo y su contorno como la tienda de Enrique y Graciana, era en realidad unos «grandes almacenes» donde se vendían artículos o productos de frutería y comestibles, ultramarinos, droguería, perfumería, ferretería, armería, bicicletas, radios, tejidos, calzados, mercería, joyería, relojería, muebles, confección, electrodomésticos, etc. Aún habría que añadir que Enrique desempeñó una corresponsalía de banco y que vendía y emitía, en ocasiones fiados, los billetes de viaje para muchos munereños que en aquella época emigraban a países como Suiza, Francia o Alemania en busca de trabajo. Además, durante algún tiempo simultanearon el local mencionado con una casa situada en la misma calle, justo enfrente, en la que instalaron varias máquinas de tejer para confeccionar prendas de punto y que también dedicaron a la producción avícola. No fue esta, sin embargo, la primera tienda del matrimonio. En el año 1948, año de su boda, habían iniciado su actividad en una de las modestas garitas que durante años permanecieron agregadas en la fachada de la iglesia que da a la plaza. De la garita se trasladarían sucesivamente a dos emplazamientos en la calle de Enrique Bas (actual calle de Don Juan) y posteriormente, ya de manera definitiva, a la calle del Pozo (entonces José Antonio). Tras la jubilación la tienda pasó a ser regentada durante un tiempo por su hija Rosa Mari y su marido Baltasar. Cabe asimismo recordar que el padre de Enrique, de igual nombre, y su hermano Paco también se dedicaron al comercio en Munera.
Graciana me habla también de la casa en la que estamos. Entre otras cosas me dice que antes de la guerra vivió en ella Aurorita, hija de Pablo Fernández Céspedes y su segunda esposa. Pablo, natural de Lezuza, fue un médico que, después de quedar ciego como consecuencia de un accidente de escopeta (era conocido como «el médico ciego») contrajo primeras nupcias con Carmen Aguado Montoya, hija de don Antonio Aguado Ramírez, quien vivía en la casa situada en la intersección de las calles del Pozo y de Don Juan.
Cuando le sugiero a mi tía que iniciemos el recorrido virtual por la calle, sin salir de casa, recordamos dos pequeñas tiendas que hubo en su tramo inicial: la de Nazario y Gregoria, en el lado de poniente o de los números impares llegando a la calle de las Eras; y la de Eladio, en el otro lado después de cruzar esa calle, prácticamente donde ahora se encuentra la peluquería de Virginia y Francisco. Al cruzar la calle de los Olmos, en la esquina de la izquierda podemos ver la gestoría que en su día abrieron José Luis y Rafa, y en la esquina de la derecha una tienda considerada como la más antigua de las que continúan abiertas en Munera. Juan Manuel Giner González fundó este comercio en el año 1901, luego pasó a su hijo José (desde entonces se conoce como tienda de Josito) y actualmente lo regenta Antonio, hijo del anterior.
Más adelante, en la acera de los pares, estuvieron la herrería de Daniel Morcillo y su hijo Francisco, la sastrería de Juan Manuel Blázquez, y al lado, en la esquina con la calle de Fray Francisco, la fonda Nicer (acrónimo de Nicolás y Ernestina) que regentaban los padres del novillero munereño Pedro Ruiz «Pedrés II». A la planta baja de este edificio trasladó Alfonso de Lamo hace ya décadas la tienda de tejidos y confección, actualmente cerrada, que anteriormente estaba situada casi enfrente.
En
el lado de los números impares de la calle del Pozo, entre las calles de los
Olmos y de
Llegados
a esta intersección hacemos una pequeña parada para recordar que cuando la actividad
ferial se centraba en las proximidades de la plaza, la calle del Pozo era lugar
de establecimiento de los típicos puestos de venta de cacharros. Así lo
reflejaba Ecos en su número de
septiembre de 1946: «Y al fin, terminados los festejos puramente de alegría e
ilusión, las mujeres recorrerán las calles del Pozo y de
Avanzamos
hacia la calle Mayor y Graciana me indica que enfrente de su domicilio existió
en el primer tercio del siglo pasado una barbería en la que ejercieron esa
profesión, incluyendo la extracción de muelas, varios miembros de la familia
Caballero: primero el padre, luego su hijo Virgilio y un primo de este, llamado
Antonio Caballero, que después sería escribiente en el juzgado. Inmediatamente
llegamos a la intersección de las calles Mayor y del Pozo, sitio conocido como
las «cuatro esquinas» que desde antiguo fue lugar emblemático de encuentro y de
charla para nuestros antepasados. A unos
En
el chaflán que hay llegando por la acera de los pares a la calle Mayor hubo antes
de la guerra, en un pequeño cuarto, una carnicería al cargo de
Al
pasar la calle Mayor, en el corto tramo que hay por el lado izquierdo antes de
llegar a la calle de Don Juan, hay que recordar la droguería y perfumería que
abrió Augusto Blázquez Martínez hacia los años cuarenta y la barbería de
Inocente Hernández, en un viejo local derruido muy recientemente. Este popular
peluquero, gran aficionado taurino, era conocido por el sobrenombre de el «Mataor»
por haber intervenido en varias becerradas celebradas en la plaza de toros.
Inocente llegó a participar como sobresaliente en un festival que se celebró en
la feria del año 1939 en el que figuraba como espada Vicente Barrera, el famoso
matador de toros valenciano tan relacionado con Munera. En la peluquería
Al otro lado de la calle de Don Juan (antes de Enrique Bas), haciendo esquina con la del Pozo, se encuentra la casa que perteneció a varias generaciones de una familia de hidalgos: los Aguado. A esta casa, en la que se encontraba el escudo de armas de este linaje, se accede actualmente por la calle del Pozo, pero antiguamente tenía la entrada principal en la calle a la que dio nombre don Juan Aguado, uno de sus antiguos moradores. Por tal circunstancia, convendrá dejar para otro capítulo algunos datos sobre el papel que esta familia de nobles desempeñó en la vida munereña de aquella época.
Mi
acompañante en este paseo simulado me indica que más adelante, continuando por el
lado de los números impares, después de pasar el patio (antiguamente calle que
iba hacia el Altozano), tuvo una mercería Mercedes Morcillo, viuda de Juan
Bernad Higón. Más recientemente, pueden citarse unas oficinas de Caja Murcia y
la actual asesoría de Leopoldo Blázquez. Al lado se encuentra el remozado comercio
regentado actualmente por Luis Couque Martínez y su esposa María Pilar Nieto. El
propio Luis me explicó que lo fundó su padre, Juan Antonio Couque Atencia, en
el año 1916 con el nombre de
Desde este punto tenemos que volver hacia atrás, hasta la calle de Santa Ana, que comienza enfrente de la casa de los Aguado, para recorrer el otro lado de la calle. Pasamos entonces junto al lugar en el que Francisco Roldán tuvo una churrería hace décadas, zona donde más tarde se levantó el edificio actual en el que estuvieron la peluquería de Sixto Nieto (antes la tuvo en la calle Mayor), y durante algún tiempo la ya mencionada asesoría de Leopoldo y M.a Ángeles. Graciana me recuerda asimismo el estanco de Dolores Aguilar, que luego pasaría a su sobrino Domingo Aguilar y del que actualmente se encarga Rubén, hijo del anterior. Junto al estanco, que también es administración de loterías, se encuentra un patio, ya mencionado anteriormente, que es parte de la calle que antiguamente unía las del Pozo y de Cadenas.
Dejamos
la calle de Tilanes a nuestra derecha y la de
Ya
hemos dejado atrás la calle del Amor de Dios por la derecha y las del Sol y del
Buen Vecino por la izquierda. Después nos encontramos sucesivamente con la calles
de Minaya (derecha) y del Reloj (izquierda), hasta alcanzar la intersección con
la calle de los Molinos. Siguiendo esta última calle hacia la derecha
(dirección noreste) se accede directamente a la ubicación del antiguo Pozo de
Seguimos avanzando por la izquierda de la calle del Pozo, ya con rumbo oesnoroeste. Entre las calles del Calvario y del Altozano los hermanos Martínez Castillo tuvieron un almacén de materiales de construcción y una fábrica de bloques. Más adelante, por el mismo lado, pasamos junto a la churrería cafetería de las hermanas García, e inmediatamente, en la esquina con la calle Jardines, vemos sobre la fachada los desgastados letreros de lo que hace años fue el bar Cervantes, establecimiento que abrió Manuel Atencia, quien también tuvo un taller de reparación de motocicletas. Por este lado solo nos queda pasar junto al colegio Cervantes antes de llegar a la carretera.
Por
el otro lado de la calle, con escaso desarrollo urbanístico, cabe mencionar un
taller mecánico y una tienda de ferretería y repuestos que abrieron,
respectivamente, Juanjo y Juan Manuel Paños Tello en el último tercio del siglo
pasado. Hemos llegado por fin a la gasolinera que en sus inicios, hace varias
décadas, regentó Feliciano Milla Jiménez y que marca el final de este largo
recorrido por la calle del Pozo (de
Aún podría seguir Graciana contando detalles y curiosidades de esta calle (y de cualquier otra), pero el tiempo se nos ha pasado volando; se nos ha hecho muy tarde y es hora de despedirnos por hoy.
[1] A lo largo de siglos, hasta la aparición de las máquinas para fabricación de hielo, se utilizaban unas construcciones llamadas pozos de nieve o pozos de la nieve en las que se almacenaba y compactaba este elemento para convertirlo en hielo, normalmente formando varias capas separadas con paja, hojas u otros materiales que servían como aislante. De esta manera el hielo podía conservarse durante meses. En el año 1752 solo existía un pozo de nieve en Munera, aunque sin utilidad por estar «arruinado», que pertenecía al entonces alcalde por el estado noble don Gerónimo Abarca y Brizuela.
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Una de las placas de la calle del Pozo está colocada sobre otra antigua con el nombre anterior de calle de José Antonio. / Foto: Graciano |
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La tienda de Josito, fundada por Juan Manuel Giner en el año 1901. / Foto: Graciano |
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