La calle de Ramón Coderque

Graciano Jiménez Moreno

(Publicado en ECOS, número 120, febrero-marzo de 2018)

            La calle lleva el nombre de un hijo de Munera: el eminente veterinario y médico don Ramón Coderque Navarro. Está situada justo al final de las calles Mayor y Santa Ana, a las que es perpendicular, y queda dividida en dos tramos de longitud similar por la plaza dedicada al cazador munereño Leonardo Requena. Según la numeración asignada a las casas, la calle de Ramón Coderque comienza en la calle Varea y termina unos 140 metros más al norte, cuando llega a la calle Tilanes.

            Hay constancia de que en el año 1885 las construcciones, los cercados y los corrales de la villa alcanzaban, sin llegar a sobrepasar, lo que hoy es el tramo norte de la calle Ramón Coderque, es decir, el tramo comprendido entre las calles de Santa Ana y Tilanes. Al sur de la calle Mayor el casco urbano había avanzado hacia levante algo menos y terminaba, aproximadamente, a la altura de la actual calle Lezuza. Cabe suponer, por lo tanto, que la formación de la calle que nos ocupa no debió de producirse hasta principios del siglo XX.

            Don Ramón Coderque era hijo de don Juan Antonio Coderque y Téllez, un ilustre veterinario, natural de Segura (Teruel), que ejerció su profesión durante algunos años en Munera. Don Juan Antonio se casó en esta parroquia el 12 de septiembre de 1876 con la maestra de Instrucción Primaria doña María Tomasa Navarro López, también residente en Munera y natural de la localidad albaceteña de Pozuelo. Nueve meses después, el 17 de junio de 1877, nació en Munera el primero de los hijos del matrimonio, que sería bautizado el día siguiente con el nombre de Ramón Manuel. En 1877 tuvieron, también en Munera, una hija que recibió el nombre de María Esperanza, como su abuela paterna. El joven Ramón no debió estar mucho tiempo en nuestro pueblo puesto que su padre se incorporó en mayo de 1882 a la cátedra que había ganado en la Escuela de Veterinaria de León, la misma que unos años después pasó a desempeñar en Madrid.

            Don Ramón estudió veterinaria en la Escuela leonesa mencionada y después cursó la licenciatura y el doctorado en Medicina en la Universidad Central de Madrid  (leyó la Tesis Doctoral el 30 de enero de 1907 obteniendo la calificación de sobresaliente). En 1902 logró por oposición la cátedra de Operaciones, Apósitos, Vendajes, Obstetricia, Procedimientos de herrado y forjado y Reconocimiento de Animales de la Escuela de Veterinaria de León.

            En 1904 marchó a París becado por el Ministerio de Instrucción Pública para ampliar estudios de microbiología en el instituto Pasteur. Allí se familiarizó con la preparación de diversas vacunas (anticarbuncosa, tuberculina...) y con las investigaciones sobre muchas afecciones del hombre y de los animales domésticos (enfermedad del sueño, nagana...). Estas investigaciones presentaban en esa época un interés especial para las principales potencias europeas por el proceso de colonización que estaban llevando a cabo en África. Su experiencia parisina le sirvió para descubrir la infección de los conejos en España conocida como tripanosomiasis. En 1909 viajó a Berlín, también becado por el Gobierno, para realizar estudios y experimentación sobre el cáncer.

            Años más tarde, en 1928, se marchó a Madrid para ocupar en la Escuela de la capital, por concurso de traslado, la misma cátedra que había desempeñado en León. Sin embargo, no encontró en Madrid el campo deseado para llevar a cabo tanto su actividad académica como la de cirugía humana y decidió volverse a León, donde ejerció de cirujano médico como titular del Sanatorio Coderque, continuando en activo hasta su jubilación. Al terminar la guerra civil volvió a incorporase al servicio activo, aunque con el rango de Ayudante interino por no poder percibir más sueldo que el que le correspondía como jubilado.

            A lo largo de su carrera publicó numerosos trabajos científicos; entre ellos algunos relacionados con el cáncer y otro sobre un nuevo método de operar la catarata. Aunque este último trabajo fue anterior a los de Barraquer fue dado a conocer con posterioridad. También desempeñó la presidencia del Colegio Oficial de Médicos de León desde 1948 hasta 1951. Falleció en la capital leonesa en 1961. Decían de don Ramón Coderque que era un hombre de una gran cultura, sencillo, amable, muy considerado y respetado, y que tenía a gala decir que era de Munera.

            El punto de partida de nuestro paseo por la calle de Ramón Coderque es su extremo norte, es decir, la intersección con la calle Tilanes. El motivo de ello es que en una de las dos esquinas que se forman está ubicado uno de los comercios decanos y emblemáticos de Munera: El Tenderillo. Allí hemos quedado a media mañana con Antonio Giner Víllora, conocido con ese apelativo porque cuando tenía catorce años, en el comienzo de los años cuarenta, empezó a trabajar en la tienda de comestibles que le montó su padre, Juan Manuel. Tras acceder al establecimiento por la calle Tilanes –actualmente no se utiliza la entrada de Ramón Coderque–, nos recibe el Tenderillo con su hijo Antonio, quien regenta la tienda desde hace muchos años y lleva casi cincuenta trabajando en ella. En la actualidad el establecimiento está destinado fundamentalmente a la venta de artículos de confección, perfumería, juguetes y regalos. Esta familia, conocida como los Pañeros por la dedicación de sus antepasados al oficio de los telares, procede de la localidad valenciana de Enguera. Hay que recordar que otros miembros de la familia Giner se han dedicado, o se dedican actualmente, al comercio en nuestro pueblo; entre ellos, el mencionado padre de Antonio, sus tíos Enrique y José María, sus hermanos Juan y José y varios sobrinos.

            El Tenderillo me explica que su tienda estuvo inicialmente en la misma calle, en el chaflán que hay enfrente, y que muy pronto, en 1945, se cambió a su emplazamiento actual. En ese local del chaflán se estableció entonces Damián Carrizo Martínez como carnicero, y unos años después continuó allí el negocio su yerno Antonio Blázquez González.

            Posteriormente Antonio Blázquez se trasladó durante algún tiempo a la calle Mayor, lo que permitió que el 17 de septiembre de 1962 se instalase en el mencionado chaflán, también como carnicero, otro familiar de Damián, su sobrino Pedro Carrizo Blázquez el Sosco, el cual mantuvo la carnicería en la calle Ramón Coderque durante diez años. Hay que recordar que estas dos carnicerías están regentadas actualmente por descendientes de sus fundadores, aunque en calles distintas a la que ahora nos ocupa: los hermanos Blázquez Rosillo (hijos y sucesores de Antonio Blázquez Carrizo) en la calle de Don Ventura, y Segundo Carrizo Gómez en la calle Mayor.

            Continúa la amena charla con Antonio y de su memoria van surgiendo tantos y tantos recuerdos de aquellos tiempos. Entre otras curiosidades me cuenta que en el año 1949 tuvo lugar la primera «procesión de los quintos» que se celebró en el pueblo. Tuvieron que convencer a don Miguel Alcañiz, entonces cura párroco de Munera, y asistieron prácticamente todos los miembros de la quinta, consiguiendo, incluso, que diesen permiso a los que estaban trabajando fuera de la localidad.

            Por fin decidimos salir a la calle para iniciar el paseo por la calle de Ramón Coderque. Lo haremos siguiendo el sentido inverso al de la numeración. Antonio me señala entonces otro local-almacén que tienen, casi enfrente de la tienda, y que abren al público en épocas puntuales. En esa misma acera está la casa en la que vivió Ambrosio Martínez Escudero, más conocido como el Platero. En la época de Pedro Fornés como empresario de la plaza de toros de Munera, el tiro de mulas del Platero, primorosamente enjaezadas, fue durante muchos años el encargado de arrastrar las reses en la plaza. Le acompañaba en esas labores, entre otros, su amigo Antonio Rebanal, quien con frecuencia aportaba también alguna de sus caballerías. Casi enfrente, en el lado de los números impares o de poniente, está la entrada a un patio, actualmente con puerta de acceso, por el que tienen salida varias casas de las calles limítrofes, entre aquellas la que albergó la desaparecida fragua de Enrique Canario en la calle Tilanes. Y justo al lado, se encuentra el local dedicado a muebles de cocina y baño de Juan Manuel Giner, sobrino de Antonio. En la esquina inmediata queda un corral, casi invadido por las acacias, que supone el final de la calle de Santa Ana en su llegada a la plaza del Cazador Leonardo Requena. Muchos recordarán que por los años sesenta del siglo pasado el acceso de la calle Ramón Coderque a la mencionada plaza era ocupado durante la feria por una atracción conocida como las barcas. Cuando las barcas voladoras quedaron anticuadas (los operarios compensaban las diferencias de peso de los viajeros con saquitos de arena y las impulsaban manualmente) dicho espacio de la calle fue ocupado por otros puestos de feria.

            Cruzando la plaza del Cazador Leonardo Requena y dejando a nuestra derecha la calle Mayor pasamos al otro tramo de la calle de Ramón Coderque. En el lado de los números pares estuvo hasta los años ochenta la fragua de Francisco Carlos el Elefante. En ese mismo lugar, Vicente López Sanz, yerno del mencionado herrero, montó después un bar que ha venido atendiendo hasta hace poco. El bar de Vicente, como se conocía el establecimiento, pasó a llamarse durante una corta etapa y con nueva dirección, Mamá Cayena; actualmente es El Rincón de Ana, denominación que hace referencia a quien ahora lo regenta. Enfrente de la fragua estuvieron las portadas de Felipe Palacios Ramírez, más conocido como el Jaque; allí eran engalanadas en muchas ocasiones las mulas del mencionado Platero, yerno del Jaque, antes de iniciar su camino hacia la plaza de toros. Este espacio lo ocupa desde 2015 la churrería La Mascletá, a la que se accede por la calle Mayor.

            Pasamos junto a una oficina de seguros instalada recientemente y terminamos nuestro paseo en el número 2, donde puede verse aún un letrero de Óptica Mercedes que recuerda el establecimiento que allí hubo durante algún tiempo. Las casas que vemos enfrente nos indican la llegada a la calle Varea.

            El recorrido ha sido muy corto, pero el tiempo se nos ha pasado volando entre tantos recuerdos. Es la hora de comer, y Antonio el Tenderillo, que está a punto de cumplir 90 años, no quiere que se le haga tarde para ir al casino La Amistad y pasar un rato con los amigos, como viene haciendo habitualmente.

 

Don Ramón Coderque.

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