La calle del Doctor ¿o de la Doctora?
Graciano Jiménez Moreno
La denominada calle Doctor está constituida en realidad por una placeta y un tramo convencional de calle situados a unos cien metros al oeste de la plaza principal de la localidad. La placeta, alargada en la dirección levante-poniente, se forma al confluir las calles Diputación Provincial, Olmos y Tolón y continúa, ya como calle, en dirección nordeste durante unos cuarenta y cinco metros hasta finalizar en la calle Tomasillo.
Puede sorprender a cualquier visitante, y a no pocos munereños, que si preguntamos a los vecinos del lugar por el nombre de esta calle muchos de ellos nos respondan que la conocen como calle Doctora. Si además pretendemos que nos digan cuál es la razón de tal indeterminación o a qué persona está dedicada la calle tendremos que quedarnos a buen seguro sin respuesta.
Resulta curioso descubrir que el empleo de ambos términos, «doctor» y «doctora», para nombrar la calle no es reciente, sino que se remonta dos siglos atrás aunque referidos o aplicados entonces solo a la susodicha placeta.
La primera referencia sobre esta vía
que he podido encontrar corresponde al registro parroquial de un bautismo
celebrado en la iglesia de San Sebastián el 11 de septiembre de 1806. Ese día
fue bautizado un niño de padres no conocidos «que fue allado
como a las cinco de esta mañana en las puertas de las casas de Tomas Morcillo
Marin, puesto en un carro enfrente de la Plazuela del Doctor, embuelto en unos
trapos viejos, y vayeta blanca bieja y sayal, con ruedo de olandilla negra por
fajuela, y una goma de raso de seda vieja de color morado». La mención expresa de la
plazuela del Doctor en la partida bautismo ofrece un interés especial. En
aquella época, lo más habitual para identificar o referirse a las calles de las
localidades era señalar a alguna persona relevante que en ese momento vivía en
ella. Podemos deducir, por lo tanto, que en la fecha del bautismo, año 1806, el
único médico existente entonces en la villa residía en ese lugar.
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Partida de bautismo del año 1806 en la que se menciona la plazuela del Doctor |
Algunos años después, en la
escritura de venta de una casa de esa zona fechada el 20 de abril de 1824, se
cita como linde la «plazuela de la Dotora».
Asimismo, en un testamento del 26 de agosto de 1830 se menciona una casa
ubicada en dicha «plazuela de la Dotora».
Por
otra parte, en cumplimiento de dos reales órdenes de los años 1858 y 1860, a
partir de enero de 1861 comienzan a indicarse en Munera los nombres oficiales
de las calles y los números de las casas en los documentos que así lo
requieren. Este es el caso, por ejemplo, de un expediente posesorio y de un
inventario, fechados respectivamente el 29 de diciembre de 1864 y el 24 de
septiembre de 1869, en los que las casas referenciadas se ubican en la plazuela
del Doctor, en los números 14 y 7.
Después
de tantas décadas en las que el nombre de la calle ha venido siendo tema de cierta
polémica y de opiniones encontradas es hora ya de dar respuesta al
interrogante: ¿a quién está dedicada la calle Doctor? Sin más dilación podemos
decir que el nombre de la calle corresponde al médico llamado Esteban Camalo
que vivió en la pequeña plaza anteriormente mencionada en los últimos años del
siglo XVIII y los primeros del XIX. Los lectores ya pueden presumir los motivos
de que también se conociese la calle como de la Doctora, y probablemente
quedarán confirmados cuando nos adentremos en su biografía.
El
día 20 de septiembre de 1789 los responsables del ayuntamiento de Munera tomaron
el acuerdo de contratar como médico de la villa, por tiempo sin determinar, a
don Esteban Camalo para sustituir en ese puesto a don Mariano Úbeda, quien lo
venía desempeñando desde el principio de ese mismo año. El cambio de médico de
la villa de Munera se produjo como consecuencia de la disconformidad de los regidores
municipales con las pretensiones de don Mariano, hecho que generó cierto
enfrentamiento entre ambas partes y que, por su interés, merece ser comentado
en un trabajo futuro.
Así
pues, don Esteban Camalo, hasta entonces médico de Balazote, pasó a ser el
médico de Munera con un salario anual acordado de 600 ducados (6600 reales), de
los cuales la villa pagaría 1.500 reales de su caudal de Propios y el resto se
obtendría por repartimiento entre el vecindario. En el documento firmado por
los regidores y el propio Esteban Camalo se especifica «que estta obligacion no se enttienda por tiempo limitado, y si por el
que assi a estte Ayuntamiento, y dicho medico respestibamentte acomodare, vien
enttendido, que siempre que assi por una, como por otra partte se inttentte la
despedida se han de dar muttua, y reciprocamente tres meses anttes aviso, a fin
de que la villa diligencia de otro facultatibo, y aquel de nuebo parttido; y
asimismo que el referido principiara a servir estta conductta desde el dia de
San Miguel de estte presentte año».
Esteban Camalo había nacido en
la localidad barcelonesa de Caldas de Montbuy, siendo sus padres Nicolás Camalo
y Lucía Serrabona. Obtuvo el título de bachiller en medicina en la antigua
universidad de Orihuela el 4 de diciembre de 1783. En el testamento de Esteban
Camalo se hace referencia a un hermano, Nicolás, y a un tío, don Esteban Serrabona,
que fue canónigo de la iglesia de la ciudad de Baza (Granada).
Cuatro
años y medio después de llegar a Munera, el 20 de marzo de 1794, don Esteban
contrajo matrimonio en la iglesia parroquial de San Sebastián con Ramona Mateo
del Cerro, natural y vecina de Munera e hija de Juan Mateo del Cerro y de
Catalina de Lamo. La edad de los contrayentes no figura en la partida
matrimonial pero, según la información que consta en un documento parroquial
del año 1800 (matrícula de los que confesaron y comulgaron ese año), el marido
debía tener unos 42 años y su mujer unos 19 cuando contrajeron matrimonio. Estos
datos no se corresponden exactamente con los que figuran en los registros de
defunción de los esposos; cabe pensar, no obstante, que las edades que se
indican en el momento del fallecimiento (50 y 90 años, respectivamente) son
menos fiables por la mayor lejanía en el tiempo o, incluso, por el
desconocimiento de los informantes. Por otra parte, la matrícula del año 1800
antes mencionada nos aporta otro dato interesante. En esta relación se cita al
matrimonio como residente en la calle donde anteriormente había estado el
«horno viejo», lugar que según los documentos consultados se corresponde con la
zona de la actual calle Doctor, lo que concuerda perfectamente con lo dicho
hasta ahora.
Don
Esteban y doña Ramona tuvieron al menos ocho hijos, de los que cuatro murieron
en edad temprana. Don Esteban falleció el 25 de febrero de 1810 dejando tres
hijos (Silvestre Manuel, Luisa Benita y Juan Máximo) y a su esposa embarazada
de una hija que al nacer fue bautizada con el nombre de Úrsula. Don Esteban
recibió sepultura en la iglesia parroquial, lugar de enterramiento habitual de
esa época. En el testamento que había otorgado el 28 de diciembre de 1809,
encontrándose ya enfermo, nombraba a sus tres hijos vivos y al póstumo sus
herederos universales. En dicho testamento lega dos mil reales de vellón al
primero de sus dos hijos varones que quiera comenzar y seguir estudios.
Asimismo, deja el siguiente legado a su criado: «A Benito Cañadas mi criado de labor, si permaneciese en mi servicio al
tiempo de mi fallecimiento, dos fanegas de trigo y le pido me encomiende a Dios».
Para
los interesados en la genealogía munerense puede serles de utilidad el dato de
que Luisa Benita Camalo se casó en 1831 con el munereño Manuel Couque del Cerro,
con quien tuvo descendencia. La otra hija de don Esteban, Úrsula, contrajo
matrimonio en 1834 con Valentín Sierra, también de Munera, pero se trasladó con
su marido a Ossa de Montiel, donde falleció. En cuanto a los dos hijos varones,
la única referencia posterior que he podido encontrar es que Silvestre figuraba
como soltero en el padrón de los contribuyentes de Munera del año 1816.
A
los dos meses de fallecer don Esteban, su joven viuda dio a luz a su hija Úrsula.
Sus otros hijos contaban entonces con tres años (Juan Máximo), nueve años
(Luisa Benita) y quince años (Silvestre). Si hasta ese momento parece lógico
que el vecindario acostumbrase a nombrar la plazuela en la que residía la
familia como «del Doctor», por ser la persona más relevante de las que allí
vivían, parece igualmente lógico que a partir de entonces fuese doña Ramona, la
esposa del doctor, la que sirviera como referencia para la identificación de la
placeta. Así pues, por la misma razón que se acostumbra a llamar boticaria a la
mujer del boticario, alguacila a la mujer del alguacil, sacristana a la mujer
del sacristán, etc., la placeta del doctor pasó a ser conocida popularmente como
placeta de la doctora.
También
podemos añadir algunos datos sobre la contratación de un nuevo médico en Munera
para ocupar la plaza que quedaba vacante tras el fallecimiento de don Esteban
Camalo. El 11 de junio de 1810 los responsables del Ayuntamiento acordaron que
don Manuel Montero, natural y vecino de Villanueva de la Serena, facultativo
con el título correspondiente, se ocupara de atender la salud del vecindario
durante dos meses como prueba. Una vez concluido este periodo de manera
satisfactoria las dos partes firmaron un nuevo contrato por un periodo de dos
años.
Llega
ya el momento de realizar el habitual «paseo» por la historia menos lejana, de la calle que ahora nos ocupa. Me acompañarán
en esta ocasión dos amigos, buenos conocedores del barrio, para compartir sus
recuerdos de hace varias décadas. Por una parte, Mario Hernández Moreno, quien
durante su infancia y juventud vivió con sus padres, Mario y Agustina, y sus
hermanas Emilia y Agustina en la casa familiar de la placeta. Precisamente, el
nombre del progenitor, de oficio carpintero, sirvió y aún sirve para
identificar popularmente ese lugar como la «placeta de Mario». Por otro lado, Vicente
de Lamo Atencia segundo de los nueve hijos del matrimonio Vicente y Lucía, cuya
casa estaba situada en el tramo de calle comprendida entre la placeta y la
calle Tomasillo.
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El matrimonio Mario Hernández y Agustina Moreno con sus hijas Agustina (izquierda) y Emilia y su hijo Mario en la puerta de su casa de la placeta. / Foto cedida por Mario Hernández Moreno |
La que fue casa de Mario está
situada en el lado sur de la placeta, entre las calles Olmos y Tolón y se
encuentra actualmente reformada y dividida en dos viviendas. Queda flanqueada hacia
levante por el local que actualmente está señalado con el número 1 y donde hace
décadas tuvo Francisco Fuentes un pequeño comercio de comestibles. Por poniente
linda con la casa que fue de Domingo Moreno Fuentes, abuelo de mi acompañante Mario.
A finales de los años veinte del siglo pasado Domingo se ocupó como empresario
de organizar los festejos taurinos en la plaza de toros de Munera, propiedad de
la familia Fornés. La casa de Domingo la heredó su hijo León y durante un
tiempo mantuvo en ella una pequeña tienda con artículos de uso cotidiano. León
era propietario de un coche de punto con el que realizaba el servicio de
transporte de personas a demanda. Conviene aclarar que el taller de carpintería
de Mario, el padre de nuestro guía en el recorrido por la placeta, no se encontraba
en la vivienda familiar de la placeta sino en la próxima calle de Adolfo Bas.
Las aficiones
culinarias de Mario y sus amigos eran bien conocidas. Cuando se reunían, además
de mantener animadas charlas no dejaban pasar la ocasión para dar muestra de
sus preferencias gastronómicas. El reconocido poeta local Antonio Rosillo Aroja compuso estos ingeniosos versos
dedicados al grupo:
El cuarteto culinario:
Maera, Modis,
Tinti y Mario.
Va aumentando tan aprisa
el culinario cuarteto
que ya ha llegado a quinteto
con Luis el de la Manisa.
El
número 2 de la calle Doctor está asignado a la casa que se encuentra en el lado
norte de la placeta junto a la intersección de las calles Diputación Provincial
y Bonifacio Sotos. Contigua a ella, en el número 4, hubo mediado el siglo
pasado una tienda de piensos y, en el mismo lugar, abrió Joaquín Blázquez González
una carnicería en el año 1953 hasta que se trasladó en 1971 a la mencionada
calle Diputación.
Desde
el chaflán de la antigua carnicería de Joaquín cruzamos al otro lado de la
calle Doctor para situarnos en la esquina con la calle Tolón. Desde ahí iniciaremos
el recorrido por el lado de los números impares de la calle Doctor hasta la
intersección con la calle Tomasillo. En la casa señalada con el número 7, vivió
Tomás Esteso Martínez, quien realizaba transportes de mercancías con su camión y
funciones de ordinario. Los descendientes de Tomás -hijos, nietos y nietas- han
continuado desde entonces con esta actividad profesional como transportistas por
carretera.
A
continuación, en el número 9, vivían José Martínez y Javiera Cano, padres de
Pepe y Javier, y en la casa siguiente el matrimonio Vicente de Lamo y Lucía Atencia,
padres de nuestro citado acompañante Vicente y de Alfonso, Jesús, Pedro,
Victoria, Lucía, Ventura, Amparo y José. En este punto de la calle hacemos una
nueva parada y Vicente nos recuerda con nostalgia los tiempos en que su padre
era el cartero del pueblo. Durante unos dieciocho años estuvo desempeñando esta
función, cargando cada día con la pesada cartera llena de correspondencia y realizando
el reparto a pie por las calles de la localidad. Tras la jubilación y en señal
de reconocimiento le sería concedida una medalla al mérito postal. Anteriormente,
Vicente había trabajado como guarda y había montado un pequeño negocio de
reparación y alquiler de bicicletas en la localidad. También es obligado
mencionar que su hijo Vicente, nuestro guía, continuó después desempeñando las
mismas labores postales en Munera a lo largo de treinta y cuatro años.
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El cartero Vicente de Lamo, en la placeta del Doctor, cargado con un paquete, la saca y la cartera de reparto. / Foto cedida por Vicente de Lamo Atencia |
Antes
de reanudar nuestro camino, Vicente nos comenta una circunstancia curiosa: la
casa de sus padres (actualmente de los herederos) y la siguiente, que
pertenecía a Elipio Cano, compartían (aún siguen compartiendo) un mismo pozo
que se encontraba justo en la pared medianera de ambas. El hueco que dejaba la
pared sobre el pozo permitía a los moradores de ambos lados acceder al único
brocal y comunicarse directamente.
Avanzamos tan solo unos pasos. La siguiente casa perteneció a Marcial Atencia, padre de Lucía (la mencionada esposa de Vicente de Lamo) y de Antonia, Santos, Andrés y Antonio. Marcial tenía un par de telares con los que tejía juegos de tarima, gobiernos, etc., labor que llegó a continuar especialmente su hija Santos. El hijo Antonio, también conocido por el nombre de su padre, fue un reconocido aficionado taurino y mozo de espadas profesional.
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Santos Atencia trabajando en su telar. / Foto cedida por Vicente de Lamo Atencia |
Tan
solo nos queda en ese lado de la calle recordar la casa donde vivió Hipólito
Fernández y, durante algún tiempo, Eugenio, quien fuera chófer de la línea de
autobuses Albacete-Tomelloso, conocida popularmente en nuestro pueblo como la «viajera».
Ya en la esquina con la calle
Tomasillo, nos detenemos para recorrer con la mirada el otro lado de la calle
Doctor, el de levante. En esa acera no hay ninguna puerta principal, tan solo la
parte trasera de un caserón, seguidamente dos viejas portadas y después, en el
tramo restante hasta la esquina con la «placeta de Mario», otras portadas y la
fachada lateral del edificio que da a la placeta.
Hemos
terminado el recorrido. Mis acompañantes siguen narrándome curiosas y
divertidas anécdotas vividas en esa calle en tiempos pasados. Pero antes de
despedirnos los emplazo para degustar más adelante, cuando llegue su tiempo, las
tradicionales maguillas de Mario acompañadas con un vaso del no menos popular
vino de la cosecha de Vicente.
Fuentes documentales:
- - Archivo
Histórico Provincial de Albacete.
- - Archivo
Histórico Diocesano de Albacete.
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