Los festivales taurinos benéficos en la plaza de toros de Munera (2.ª parte)

 Graciano Jiménez Moreno

(Datos extraídos de la obra Historia Taurina de Munera, del mismo autor)

            Durante la posguerra la plaza de toros de Munera continuó siendo arrendada por su propietaria doña Francisca Solana Grueso, viuda de don José Antonio Fornés Arenas, a distintos empresarios locales y foráneos para la organización de los festejos, hasta que a finales de los años cuarenta se hizo cargo de la misma su hijo Pedro Fornés Solana. Casi una decena de festivales organizó este romántico empresario y gran aficionado a lo largo de los más de treinta años de gestión de su plaza de toros.

            El domingo 6 de mayo de 1956 se celebró un festival con el propósito de conseguir fondos para sufragar unas obras en el altar de la Virgen de la Fuente. El festival suscitó una gran expectación, más allá incluso de la provincia, por suponer la reaparición de Pedro Martínez «Pedrés» tras haberse retirado de los ruedos al final de la temporada anterior. Esto escribió al respecto Antonio Andújar en el diario La Voz de Albacete:

         Los que allí fuimos, para saborear en primer lugar la bella cordialidad y hospitalidad de la simpática localidad, pudimos ver que la animación superó en mucho a la de cualquier corrida con trajes de luces que pudieran haber organizado. Era como en los tiempos heroicos de Pedrés y Montero. El todo Albacete taurino estaba en Munera y la cantidad de coches y autocares superó en mucho a los llegados con motivo de la novillada de feria última. Y El Bonillo, La Roda, Alcaraz y muchos pueblos que harían relación interminable, vimos caras conocidas de buenos aficionados. Toreaba Pedrés y su nombre –aún retirado– arrastraba multitudes ávidas de la verdad de su toreo.

 

Cartel del festival celebrado el 6 de mayo de 1956. Baltasar Martínez «Mancheguito» sustituyó al anunciado Cabañero

Acompañaron a Pedrés esa tarde Victoriano de la Serna (hijo) y los novilleros albaceteños Emilio Redondo y Baltasar Martínez «Mancheguito». Aunque en los carteles se anunció ganado de don Gabriel García Sánchez, de Las Infantas (Aranjuez), finalmente se lidiaron cuatro reses llevadas a última hora por el ex matador Victoriano de la Serna, padre del actuante del mismo nombre, que no estuvieron a la altura que el acontecimiento requería. Abundaron los trofeos esa tarde: dos orejas y rabo para Pedrés (renunció al último apéndice en su vuelta al ruedo), palmas para Victoriano de la Serna, dos orejas y rabo para Mancheguito, y las dos orejas, el rabo y una pata que paseó a hombros Emilio Redondo. La banda de música de Lezuza fue la encargada de amenizar el espectáculo. En sombra la entrada general costó 25 pesetas y la media entrada 15 pesetas, mientras que en sol los precios de la entrada general y la media entrada fueron 20 y 10 pesetas, respectivamente. Casi seis años antes, Pedrés había hecho su único paseíllo vestido de luces en la plaza de toros de Munera; fue en la novillada sin picadores del 22 de septiembre de 1950 alternando con Juan Montero.

Munera, 6 de mayo de 1956. En el patio de caballos, de izquierda a derecha: Mancheguito, Victoriano de la Serna (hijo), don José Martínez (médico de Munera), el empresario Pedro Fornés, Pedrés y un banderillero.

El año 1956 terminaría con una tristísima noticia para el mundo de los toros. El día 11 de diciembre fallecía, a los 49 años de edad, el gran torero valenciano Vicente Barrera Cambra a consecuencia de un tumor cerebral. Vicente Barrera pasaba habitualmente largas temporadas en Munera, donde tenía una finca y casas, y en cuya plaza de toros realizaba las funciones de asesor del presidente dando mayor realce a los festejos. En junio de 1956, cuando se encontraba precisamente en Munera, empezó a sentir molestias y problemas en la vista por lo que decidió acudir a un oculista en Albacete, el doctor Belmonte. Después viajó hasta Valencia donde fue intervenido quirúrgicamente y tratado de su enfermedad, pero el fatal desenlace era inevitable y el maestro Vicente Barrera falleció en su domicilio valenciano de la calle Ruzafa.

Otro festival para recaudar fondos y realizar unas obras en la iglesia parroquial tuvo lugar el 16 de octubre de 1960. El año había comenzado con una tremenda noticia que conmovió el mundo taurino y muy especialmente todo Albacete. El matador de toros Manuel Jiménez Chicuelo II fallecía el 21 de enero víctima de un accidente aéreo ocurrido en la bahía de Montego (Jamaica) en el que también murieron su hermano Ricardo y el picador José Díaz Garamendi. La llegada de sus restos y el funeral en Albacete constituyeron una grandísima expresión de duelo en la ciudad.

El cartel que preparó Pedro Fornés para el festejo benéfico de octubre estuvo compuesto inicialmente por los matadores de toros Juan Montero, José Gómez Cabañero y Emilio Redondo y por los novilleros Baltasar Martínez «Mancheguito» y el munereño Paquito Peinado. Finalmente, el también matador de toros Abelardo Vergara tomó parte en el festival sustituyendo al anunciado Cabañero. Los toreros cortaron un total de diez orejas, tres rabos y una pata y fueron despedidos con una gran ovación al terminar el festejo. Los novillos del festival, pertenecientes a la ganadería de don Samuel Flores, no fueron transportados en camión sino que fueron conducidos a pie desde Peñascosa hasta la plaza de Munera. Se recuperó así, al menos en esta ocasión, la desaparecida costumbre de conducir por caminos y veredas hasta su destino el ganado a lidiar.

Cartel del festival celebrado el 16 de octubre de 1960. El matador de toros Abelardo Vergara actuó en lugar del anunciado Cabañero

            Después de la feria de septiembre de 1961 aún habría ocasión para la celebración de un cuarto festejo taurino ese mismo año en la plaza de toros de Munera. Por iniciativa de Pedro Fornés se celebró el domingo 15 de octubre un festival taurino a beneficio José Belda Lozano, quien había sido empresario de la plaza de toros de Albacete y al que una incurable enfermedad le mantenía en una silla de ruedas y en muy precaria situación económica. En tarde lluviosa que restó asistencia de público intervinieron los matadores de toros albacetenses José Gómez Cabañero y Emilio Redondo y los novilleros también albacetenses Baltasar Martínez «Mancheguito» y Manuel Amador. Los cuatro matadores brindaron sus faenas a José Belda, que asistió al festejo, y todos fueron galardonados con las dos orejas y el rabo.

Munera, 16 de octubre de 1960. De izquierda a derecha: Mancheguito, Emilio Redondo, Pedro Fornés, Juan Montero, Abelardo Vergara y Paquito Peinado. / Foto: Cano

            El 5 de noviembre de 1967 tuvo lugar otro festival a beneficio de la iglesia parroquial; como objetivo, ayudar a la terminación de las obras de reforma que se estaban llevando a cabo en el templo. En una tarde invernal, fría y desapacible, llegando a granizar en algunos momentos, tomaron parte en este festival los matadores de toros Juan Posada, Juan García «Mondeño», Pepe Osuna y Manuel Amador –en sustitución del novillero anunciado Carlos Jiménez de la Viña– y los novilleros Eusebio de la Cruz y Manuel Morales.

El diestro Manuel Amador sustituyó al novillero Carlos de la Viña

Munera, 5 de noviembre de 1967. De izquierda a derecha: Manuel Morales, Manuel Amador, Pedro Fornés, Pepe Osuna, Juan Posada, Juan García «Mondeño» y Eusebio de la Cruz. / Foto: Cano
        

 El periodista Antonio Molina comenzaba así su crónica en La Voz de Albacete:

También tiene la fiesta torera sus encantos, aunque se celebre en los linderos del invierno. No caben medias tintas. Ventarrón desapacible, cierzo frío, y, casi durante los seis novillos casi congelados, ramalazos de granizo que rebotaba en los sombreros, abrigos y gabardinas. Muchos espectadores que acudieron al coso casticísimo de Munera, pensando lógicamente en que no podían ni debían faltar a la benéfica corrida, se llevaron enormes mantas y se enfundaron en ellas. Los valientes que ocuparon sus localidades a cuerpo serrano, pasaron lo suyo. Los toreros llegaron a decir frotándose las manos, ¿a que resultamos cogidos? ¿Cómo es posible por los novillitos casi inofensivos! Si agarramos un fenomenal catarro, nadie negará que es una cornada de pronóstico reservado.

La pluma de Antonio Molina narró la brillante labor de los toreros esa tarde, en la que hubo abundancia de trofeos y Pepe Osuna resultó el gran triunfador llegando a cortar una pata. Así terminaba el cronista taurino su relato sobre el festejo:

Ovaciones grandes a los espadas que dieron juntos la vuelta al ruedo. Y salida a hombros de don Pedro Fornés, promotor de este festival para la iglesia de Munera. La parroquia resolverá sus problemas.

Al final hubo una simpática fiesta en el casino. Grandes oradores como Mondeño, que prometió la organización de otro festival; de Fornés, de Amador. Del banderillero Segura que recién casado toreaba el festival, horas después de recibir las bendiciones. Mucha cordialidad y simpatía. Así no hay frío que se ponga por delante y que fue arrastrado sin puntilla como los toros.

            El 3 de abril de 1964 una familia munereña, Ciriaco Sánchez y su esposa Antonia Cano, sufrió la tremenda desgracia de perder a tres de sus hijos. Antonio, de 29 años, Joaquín, de 20, y Ciriaco, de 18, emigrantes en Francia, fallecieron a consecuencia de las emanaciones de gas producidas en una estufa de carbón mientras dormían y sus restos tuvieron que quedar en el país vecino. Cinco años después, dada la humilde condición de la familia, Pedro Fornés organizó un festival a beneficio del matrimonio con el objeto de sufragar los gastos del traslado de los restos de los tres hermanos a España. El festejo tuvo lugar  el 15 de mayo de 1969, festividad de San Isidro y de la Ascensión, con la participación de los espadas José Gómez Cabañero, Pepe Osuna, Eusebio de la Cruz y Manuel Morales. Los dos novilleros que cerraban el cartel fueron los grandes triunfadores del festejo y salieron a hombros de la plaza después de obtener cada uno dos orejas y rabo –se llegó a cortar antirreglamentariamente una pata–. Los matadores Cabañero y Osuna dieron muestra de sus prisas por marcharse a Casas de Benítez donde estaban comprometidos para actuar esa misma tarde en otro festival.

Aunque el festival se anunció inicialmente para el día 11 de mayo, finalmente se celebró el día 15 de ese mes.

            Aunque no se trató propiamente de un festival, el 31 de mayo de 1970 y dentro de las llamadas Fiestas de Primavera se celebró por iniciativa del párroco don José Lozano una becerrada-capea local con el objeto de recaudar fondos para la parroquia. Esa tarde se lidió una becerra con la participación de numerosos aficionados que previamente se habían organizado en varias cuadrillas.

            De los dos festivales que se anunciaron entre 1973 y 1974 únicamente llegó a celebrase el segundo, pero ninguno tenía carácter benéfico y solo se trataba de dar una oportunidad a toreros noveles o aficionados de la localidad. En el festival del 25 de julio de 1974, festividad de Santiago Apóstol, hicieron el paseíllo los munereños Juanito Ramírez «El Fortunero», Gaspar Játiva y Juan José Peinado junto al joven albaceteño Pepe Villena. El triunfo que obtuvieron Gaspar Játiva y Pepe Villena les sirvió para que Fornés los premiara incluyéndolos en una novillada sin caballos en la feria de ese año.

            El último festival que celebró Fornés en su plaza de toros tuvo lugar el 17 de junio de 1976, festividad del Corpus Christi. El objetivo era obtener fondos para sufragar las obras de embellecimiento del templo parroquial en el que se estaban eliminando las capas de pintura y cal que cubrían su interior. El matador de toros conquense Curro Fuentes encabezaba un cartel en el que también figuraban Eusebio de la Cruz, doctorado en Munera en 1970, y los novilleros Antonio Poveda, Víctor Rubio «Vitín» y Gaspar Játiva, los dos últimos de Munera. Los cinco novillos pertenecían a la ganadería de don Daniel Ruiz.


Munera, 17 de junio de 1976. Antonio Poveda brindando a sus compañeros de cartel. De izquierda a derecha: Víctor Rubio «Vitín», Gaspar Játiva, Eusebio de la Cruz, Antonio Poveda y Curro Fuentes.

            El 4 de junio de 1981 falleció víctima de una enfermedad a los sesenta y cuatro años de edad Pedro Fornés, propietario y empresario de la plaza de toros de Munera. Pocas semanas después, el 25 de julio de ese año, volverían a abrirse las puertas de la plaza de toros para celebrar un festival, en este caso a beneficio de la Cruz Roja de Munera, que sirvió para rendir un emotivo homenaje al empresario desaparecido, quien en noviembre del año anterior había sido elegido presidente de la asamblea local de dicha organización humanitaria.

 

 

 


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