Esquilador, un oficio en extinción

Graciano Jiménez Moreno

Cada año, a finales de la primavera, cuando ya se acercan los calores del verano, los ganaderos han de liberar a sus ovejas del «abrigo» natural de lana que las ha protegido de los rigores del último invierno. Es el tiempo del esquileo, o esquila, una operación de gran importancia para el cuidado, el bienestar y la higiene del ganado y que precisa de una gran destreza por parte de los encargados de llevarlo a cabo. Esta dura labor ha venido realizándose desde hace siglos por parte de esquiladores, normalmente organizados en cuadrillas, de manera tradicional, apoyándose tan solo en los avances tecnológicos que han experimentado a lo largo del tiempo los instrumentos de corte empleados en la tarea.

Vicente, jefe de la cuadrilla los Pindorros, en plena faena de esquileo

Las antiguas tijeras de esquilar, utilizadas desde tiempos inmemoriales, dieron paso a máquinas dotadas de peines y cuchillas de corte que permitían un trabajo más preciso y facilitaban el trabajo de obtener el vellón. El problema continuaba siendo el esfuerzo que el esquilador debía realizar con su mano para accionar la máquina durante todo el trabajo. Para solucionar este inconveniente se fueron utilizando inicialmente diferentes fuentes de energía, independientes de la mano del operario, y desarrollando sistemas de transmisión para lograr el accionamiento de la máquina. Se llegaron a utilizar tornos impulsados por una caballería y sistemas accionados por motores de combustión. Fueron habituales las máquinas esquiladoras con una manivela, accionada habitualmente por un zagal, para generar el movimiento. La utilización de la electricidad supuso un avance definitivo en la evolución de las máquinas de esquileo hasta los diseños actuales, mucho más cómodos para el operario, que permiten un esquilado preciso y la reducción del tiempo dedicado a cada oveja.

Tijeras de esquilar sobre un vellón de lana
 

Esquileo con tijeras, actualmente en desuso

Vicente hijo e Iván mostrando una esquiladora de manivela
 
            El comercio de la lana española constituyó durante varios siglos un importantísimo negocio de relevancia mundial. Hay que tener en cuenta que hasta el último tercio del siglo XVIII España tenía el monopolio mundial de la lana, gracias al control ejercido por el Honrado Concejo de la Mesta (1273-1836) y a la excepcional calidad del vellón de lana, particularmente de la oveja merina. Paradójicamente, en la actualidad ha disminuido considerablemente el valor comercial del vellón de lana y su rentabilidad económica es muy escasa.

En lo que respecta a la producción de lana en Munera, conocemos a través de las llamadas Respuestas Generales del Catastro de Ensenada que en la mitad del siglo XVIII solo se cortaba la lana al ganado que poseían los vecinos de la localidad y que la lana era «vasta [basta] y de corta consideración». No existían en el término lugares dedicados al esquileo para ganados procedentes de otros lugares.

            El esquileo es una actividad que en nuestra tierra puede llegar a ocupar hasta dos o tres meses al año. La temporalidad del trabajo, la formación que precisa, y sus características, como su dureza, hacen que en España escaseen las cuadrillas de esquiladores, estando este oficio al borde de la extinción. Una mayoría de los que trabajan en nuestra región son cuadrillas de profesionales procedentes sobre todo de Uruguay, también algunos de Argentina u otros lugares, que vienen a nuestro país expresamente para realizar el trabajo durante aquellos meses en los que no hay esquileo en el continente sudamericano.

            Munera supone una excepción en cuanto a la carencia de estos profesionales. Nuestro pueblo cuenta con una cuadrilla de esquiladores de la localidad, la conocida como los Pindorros, continuadora de una tradición que en su caso abarca al menos cuatro generaciones.

Vicente hijo nos cuenta, a la vez que muestra su pasión por este oficio, el proceso que se sigue con cada animal. El esquilador coloca la oveja en el puesto de esquilado y la sujeta, él solo, colocándola en la posición adecuada para comenzar el corte, que en esta cuadrilla se inicia por la pata trasera derecha. Después la va cambiando de posición para continuar el esquilado «tirando lañás de rabo a oreja» hasta obtener finalmente el vellón, de una sola pieza, que inmediatamente se enrolla con habilidad y una técnica determinada y se arroja a una saca con el resto de vellones. La esquila puede llegar a durar incluso menos de un minuto para cada oveja, aunque depende de las características o el estado del animal (de ordeño, parida, borrega…). Lo más delicado es la parte de la panza por el riesgo de hacer un corte en esta zona con presencia de venas. Como curiosidad también me comenta que en tiempos pasados se dejaba a los muruecos un mechón de lana en el lomo para poder atarles el baleo o baleíllo, especie de mandil redondo trenzado con esparto cuya función era impedir que el semental pueda cubrir las hembras.

Recientemente, el deseo de dar a conocer a nivel general esta actividad ganadera, tan necesaria para el cuidado y bienestar del ganado, ha llevado a que en algunas regiones o localidades se organicen exhibiciones y concursos de esquileo. Estas actuaciones, en las que se muestran al público la habilidad y rapidez de los esquiladores en el desempeño de este arte, puede servir para mantener o incluso despertar el interés por este oficio tradicional actualmente en peligro de extinción.

No podría finalizar este artículo sin expresar mi agradecimiento a los miembros de la cuadrilla los Pindorros por su colaboración y por las facilidades dadas para la elaboración del mismo, así como por la valiosa información gráfica aportada. Espero  que, a no mucho tardar, pueda compartir con ellos la exquisita caldereta de cordero que, en el obligado descanso de mediodía, les sirve para reponer fuerzas durante la dura jornada de trabajo.

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Nota: Las fotos de este artículo han sido cedidas por la cuadrilla de esquiladores los Pindorros.



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