La calle Diputación de Albacete

Graciano Jiménez Moreno

(Publicado en ECOS, número 141, enero-marzo de 2023) 

Si nos situamos en la plaza de Don Bartolomé, cerca de la torre de la iglesia, y dirigimos nuestra mirada en dirección oesudoeste (OSO) podemos ver en todo su trazado la calle que desde hace pocas décadas lleva el nombre de Diputación de Albacete. Es una calle completamente recta, llana y bastante corta, que por su lado sur, es decir, el de los números pares, alcanza unos 90 metros de longitud mientras que el lado de enfrente termina unos veinte metros antes, según la numeración actual, en la intersección con la calle Bonifacio Sotos.

Vistas de la calle Diputación Provincial (anteriormente calle Iglesia) hace décadas y en la actualidad

            Al menos desde la segunda mitad del siglo XIX el nombre de esta vía fue el de calle de la Iglesia hasta que, con la llegada de las corporaciones municipales elegidas democráticamente, se cambió su denominación por la de esta institución encargada del gobierno y administración de la provincia albaceteña.

            La creación de la Diputación de Albacete se remonta al año 1835 como consecuencia de la organización provincial de España llevada a cabo en 1833. Actualmente, la Diputación de Albacete se compone de 25 diputados provinciales, que forman el pleno de la corporación, máximo órgano de gobierno de la administración provincial. Estos diputados son elegidos por los distintos partidos judiciales de la provincia según los resultados obtenidos por los partidos políticos en las elecciones municipales.

Desde el punto de vista de la historia local de Munera quizás tenga mayor interés comentar la razón histórica de los nombres con que se conoció anteriormente esta calle. Según se desprende de los documentos elaborados para el catastro del Marqués de la Ensenada, mediado el siglo XVIII la calle era conocida, como sucedía habitualmente en esa época, por el nombre de uno de sus moradores, en este caso Alonso Bódalo. Este labrador-propietario vivía con su esposa y sus cinco hijos al principio de la calle en el lado sur de la misma, en una casa de notables dimensiones con planta baja, cámara, patio y corral. En esos documentos se hace constar que en el año 1752 existían en esa calle cinco casas, aunque cabe suponer que esos datos se refieren únicamente a las que tenían su entrada principal por esa calle. En ese caso no estarían contabilizadas, por ejemplo, las casas de la actual calle Bonifacio Sotos (entonces era un tramo de la calle Mayor) cuya parte trasera diera a la actual calle Diputación Provincial, tuvieran o no portadas u otra salida en esta última calle. Lindando con Alonso Bódalo, en el mismo lado de la calle, vivía Francisca López, soltera, en una casa baja; después, Alfonso López Víllora, jornalero, con su mujer y una joven huérfana a la que mantenían, en una casa que disponía de cámara y corral; lindando con esta se encontraba la casa de Pedro Romero García, vivienda que disponía de planta baja y corral. En aquella época solamente había una casa que tuviera su entrada principal por el lado norte de la calle; disponía de cuarto bajo, cámara y corral. En esta casa vivía su propietario, Juan Carlos Fernández de Losa, por entonces soltero y ayudante de sacristán [1], con su madre, ya viuda, y una hermana, a quienes mantenía a sus expensas.

En un croquis del casco urbano de Munera fechado en 1885 la calle ya figura como calle de la Iglesia. Este nombre se justifica por el hecho de que conducía directamente hasta la puerta del Sol de la iglesia parroquial desde el barrio de la Temeridad, el más antiguo de la villa. Esa denominación debió de utilizarse al menos desde el comienzo de los años sesenta del siglo XIX, cuando en España se hizo obligatoria la asignación de nombres a las calles y de números a las casas. No obstante, cabe pensar que la calle ya fuera conocida con ese nombre desde bastante tiempo atrás.

La calle ha venido experimentando en las últimas décadas cambios notables. La mayoría de las antiguas casas que la conformaban han sido remozadas o sustituidas por nuevos edificios de varias plantas. Así ocurre con el edificio que alberga el Centro Cultural Maestro Fermín Belda Carbonell; está situado al principio de la calle, en el número 2, junto al Centro de Salud (plaza de la Constitución), y acoge diversas actividades (exposiciones, conferencias, charlas, etc.). El edificio fue utilizado antes de su remodelación como escuela de párvulos y, por los años ochenta del siglo pasado, como sede de la peña taurina Palmas y Pitos.


Antes de continuar hablando sobre la calle es obligado dedicar unas líneas a recordar la figura de don Fermín, el querido maestro que da nombre al centro cultural de Munera y que en el siglo pasado se encargó de la instrucción y educación de varias generaciones de munereños. Su trabajo, su dedicación y su bonhomía dejaron una huella imborrable en quienes lo conocieron o, como es además mi caso, entre los que fuimos sus alumnos.

Fermín Belda Carbonell nació en la localidad albaceteña de La Roda en el año 1908. Sus padres provenían de Enguera (Valencia) y se establecieron primero en la Roda y luego en Munera. Fermín, al igual que sus hermanos Juan, Angelita y Carmen, realizó los estudios de maestro. La otra hermana, Teresita, estaba paralítica y tuvo que permanecer postrada en cama toda su vida. En 1930, Fermín finalizó los estudios y obtuvo el título de Maestro de Primera Enseñanza. Ese mismo año, contando 22 de edad, aprobó las oposiciones y se le asignó su primer destino en O Freixo, en el municipio de As Pontes (La Coruña). Aunque en su hoja de servicios figura primeramente un traslado a Munera en el año 1934, parece que su traslado a esta localidad tuvo lugar el 10 de septiembre de 1939. El 27 de agosto de 1936, recién comenzada la guerra civil, don Fermín contrajo matrimonio con María Francisca, conocida en Munera como doña Maruja, a quien conoció en tierras gallegas. En nuestro pueblo desempeñó su labor docente durante varias décadas. En 1967 se trasladó a La Coruña para continuar ejerciendo su labor docente y en 1969 falleció su esposa en un desgraciado accidente. Don Fermín, viudo a los 61 años, continuó enseñando hasta su jubilación el 1 de marzo de 1978, cuando contaba 70 años. Falleció en 1993 a los 85 años.

Cuando pedí recientemente unas fotos de don Fermín a su hija Rosario (conocida en Munera como Mari de don Fermín) para ilustrar este artículo me recordó algunas características de su método de enseñanza, basado en la comprobación experimental cuando ello era posible (realización de experimentos de Física, determinación del número π, visitas a lugares de interés arqueológico, fabricación artesanal de algunos dispositivos o aparatos para demostraciones, etc.). También me recordó Rosario el interés de su padre por la arqueología (mantenía correspondencia sobre este tema con un periódico francés) y las minuciosas mediciones meteorológicas que realizaba para comunicar los datos a un centro meteorológico. Don Fermín tuvo también un hijo, Fermín Luis, que se dedicó a la pintura artística y se estableció en México donde falleció.

Don Fermín practicando una de sus aficiones, la pintura

Don Fermín durante una de sus clases en Munera

Con el grato recuerdo de mi antiguo maestro en la memoria hemos de continuar nuestro recorrido. En el lado sur de la calle o de los números impares, junto a la esquina con la calle de las Cruces, estuvo ubicada la imprenta Solana, donde Antonio desempeñó su labor impresora hasta que se trasladó a la calle Mayor. Después, en el mismo lugar la familia Melero montó una exposición permanente de sus trabajos de forja. Durante mucho tiempo, incluso después de su clausura, pudo verse en la fachada del local un letrero con un artístico marco de hierro que decía: Los Artesanos de la Forja - Exposición. Es obligado indicar que José Enrique Melero Blázquez, actualmente afincado en Ibiza, viene desarrollando una meritoria y reconocida actividad de forja artística, con innumerables obras dignas de mención. Sirvan como ejemplo la reja realizada artesanalmente para la iglesia de San Blas de Villarrobledo, la réplica de la originaria Puerta de Hierros colocada en los Jardinillos frente a la plaza de toros de Albacete o la gran farola de hierro forjado de la Fuente de las Ranas en la capital albaceteña, con un peso cercano a los 1400 kilogramos y réplica de la original que había sido destruida en 1936. Parte de su obra ha sido seleccionada en los premios Reina Sofía de Pintura y Escultura y expuesta en el parque del Retiro de Madrid.

En el mismo lado de la acera hubo un horno moruno de pan cocer que regentó Leopoldo Blázquez Blázquez. Se construyó mediada la década de los pasados años cuarenta en la parte trasera de la casa de Andrés Blázquez Vacas el Corredor, padre de Leopoldo, ocupada entones por corrales y cuadras (la casa tenía su entrada principal por la calle Olmos). Para que el destinatario del horno pudiera hacerse cargo del mismo tuvo que aprender previamente el oficio de panadero, primero en la localidad de Minaya y luego, ya en Munera, en el horno de Emilio el de Ventura.

Muy cerca del lugar que ocupó el horno, en el mismo lado de la calle, se encuentra un establecimiento con unos rótulos en la fachada que reflejan su actividad. Se trata de la carnicería-charcutería de Juan Blázquez Flores, continuador del negocio que su padre, Joaquín Blázquez González, trasladó a este lugar el año 1971 desde su antigua ubicación. Precisamente ahora se cumplen setenta desde que Joaquín abriera el negocio en un chaflán de la cercana calle Doctor. Pasar a la tienda supone entablar una agradable charla con Juan, muchas veces sobre la actualidad, las costumbres o curiosidades de la historia munereña y, cómo no, sobre temas taurinos. Juan me comenta que antes de que su padre trasladase la carnicería a esta calle, entones calle de la Iglesia, tenían en ese lugar un despacho de leche José y Telma y algunas de sus vacas.

Lindando con la carnicería se encuentra el taller-almacén de la empresa Iluminaciones Játiva, continuadora de la que hace décadas crearon los hermanos Játiva, Alfonso y Modesto, y que durante tantos años ha venido iluminado las ferias y fiestas de muchos pueblos y ciudades de toda la geografía nacional y, por supuesto, la de Munera.

Antes de finalizar el recorrido por este lado de la calle podemos recordar que casi enfrente de la intersección con la calle Bonifacio Sotos hubo hace años una churrería durante algún tiempo y posteriormente, en el mismo lugar, un pequeño bar de vida efímera.

En la mencionada esquina, más bien chaflán, que forma la calle Diputación, por el lado de los números pares, con la calle Bonifacio Sotos estuvo ubicado, hace más de medio siglo, el estudio fotográfico denominado Amor (acrónimo de Alfredo Morcillo).

El corto y pausado paseo por la calle Diputación Provincial ha llegado a su fin. Sin embargo he de volver sobre mis pasos hasta la “carnicería de Joaquín”. Allí tengo que recoger las viandas que encargué antes a Juan y que a no mucho tardar han de acabar sobre unas parrillas.



[1] En el año 1752 había, además del mencionado ayudante de sacristán, dos sacristanes de la iglesia parroquial de Munera: Álvaro Cano, de 54 años, casado, y Antonio Rodríguez, de 40 años, también casado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El callejero de Munera